martes, 25 de enero de 2011

¡Qué bello es mirar con la curiosidad de un niño!

No se trata de recordar nuestra infancia, si no más bien en ponerse en el lugar de los niños, ver las cosas desde su punto de vista, volver al entusiasmo y la emoción de una sorpresa, disfrutar de las propias obras y creaciones, expresar pensamientos, emociones, sentimientos... de la manera más espontánea y sincera posible, superar las derrotas asumiendo los momentos más tristes, inundarte de alegría con la mejor de las sonrisas (y las más grandes carcajadas), experimentar, jugar, aprender...  Mirar con la curiosidad de un niño.

Porque los niños son pequeños, pero no son tontos y se puede vivir junto a ellos infinidad de hermosas experiencias.